miércoles, 12 de mayo de 2010

El miedo y los abusos de poder contribuyeron a que ocurrieran abusos sexuales


Hay una idea que me ronda por la mente desde que comenzó (a comienzos de enero de este año), todo este destape de abusos y acosos sexuales, en colegios de órdenes religiosas (jesuitas y benedictinos) y también en colegios que son todo lo contrario a establecimientos religiosos, como la famosa Odenwaldschule, donde -a mi modo de ver- los abusos fueron de una entidad aún mayor que en los colegios eclesiásticos.

En enero mismo, una psiquiatra o psicóloga -no recuerdo- que participó en una de esas excelentes discusiones que nos ofrece DLF varias veces a la semana, hacía ver que, en el caso de los abusos sexuales de alumnos por parte de profesores o de educadores (recordemos que todos estos colegios son o tienen internados y que es, en ellos donde tuvieron lugar las perversiones), hay una porción fundamental y cuantitativamente muy alta de abuso de poder.

El sentirse superior, el dominar a los alumnos... es un poco lo que dicen los ex-alumnos acerca del Pater St., quien se había convertido en una especie de "rey sol" en la mansión donde reinaba sobre los niños más pequeños (cuando se desarrollaban y se convertían en adolescentes ya no le gutaban...).

Esa sociedad jerárquica, donde un niño carecía de credibilidad... Una mamá del mismo colegio, me contó que, según las estadísticas que les había entregado una psicóloga experta en el tema que había dado una charla en el colegio, hace falta que un niño le cuente a ocho adultos que abusaron de él, para que uno le crea. Lo que NO significa que ese adulto va ayudar al niño o, eventualmente, va a denunciar al abusador... sólo cree lo que le cuentan... nada más.

Es precisamente esa distancia (y no una sana cercanía; digo sana, porque, sin duda, existe una cercanía enferma), la que posibilita que el profesor que está en una posición de poder, de dominación del alumno, lo pretenda dominar, incluso abusando de él.

Un profesor respetuoso de sus alumnos, que conozca su dignidad (y se supone que un varón de Dios, la debería haber conocido) no puede ejercer su autoridad despótica, arbitraria e injustamente.

Paradojalmente, o no, aquellos paladines de una sociedad y de una educación antiautoritarias -como los educadores experimentales de la Odenwaldschule- cayeron exactamente en el mismo juego diabólico de ejercer su poder despóticamente sobre sus alumnos. De esto, han aparecido últimamente suficientes testimonios.

En suma, propongo: respeto hacia los alumnos, a su persona, a sus opiniones, a su dignidad.
Cercanía sana = confianza que no se quiebra; apertura y transparencia.
No a los abusos de poder -ni en los colegios, ni en ningún lugar-.
No a las jerarquías inquebrantables; la colegialidad es mejor...
Establecer el diálogo y un régimen de confianza y no de miedo.

A mi modo de ver, es una tarea para padres, profesores y alumnos.